Dos retos al precio de uno
La semana pasada participé en dos retos de dos grupos diferentes. En Panorama Indie con temática infernal y con 6 palabras que deberían estar dentro del relato (max 266 palabras) y luego en el Grupo Llec donde aprovechando la salida de la sección de de Supersonajes para el canal de Youtube, había que crear un relato con dicho personaje.
Aquí dejo el video del Grupo Llec
Como yo soy un atolondrado de la vida, que me gusta complicarme siempre, se me ocurrió conectar ambos relatos pero que cada uno cumpliera lo suyo. Si alguien se dio cuenta me alegro y si no, los invito a leerlos de corrido.
Donde se esconde el fin
Belcebú estaba transpirado de los nervios, no podía creer que su mayor pesadilla se convirtiera en realidad.
Si piensas lector que este ser le teme a Dios, estas totalmente equivocado, hay algo peor.
El planeta humano ardía como siempre quiso, pero si esa bestia salia de su encierro, todo su mundo seria destruido, debía evitar el apocalipsis de su apocalipsis.
En las afueras de Cumas, Grecia, se encuentra el cráter volcánico Averno, un lugar que en la antigüedad lo llamaron las puertas del infierno. No estuvieron lejos de la definición sobre el lugar, allí estaba el peor ser que habitara el universo.
Belcebú solo tenia una oportunidad de acabar con ese Dinosaurio flamígero oculto en las profundidades de la tierra, clavando la lanza del destino en el corazón.
El suelo tembló mientras se aseguraba de no perder el equilibro en el borde del cráter. La tierra se abrió dejando ver la oscuridad misma, pues no había lava ni fuego dentro. Por primera vez en su vida sintió desesperanza.
Pudo sentir como los pasos avanzaban lentamente a la superficie, mientras él aferraba con seguridad la lanza.
La cabeza enorme del dinosaurio salió de la oscuridad misma, resoplando, babeando.
Respiró hondo, imploró por la ayuda de Dios y se abalanzó sobre la bestia. La lanza penetró muy poco, Belcebú debió de sujetarse con firmeza para introducirla con mas esfuerzo. Pero no pudo. Su piel poseía una sustancia ponzoña que enveneno al demonio, cayendo sobre la oscuridad del averno. Mientras caía, una lagrima de tristeza se desprendía de uno de sus ojos.
¿Monstruos?
La criatura se despertó del sueño profundo y confuso que tuvo en la cueva. No recordaba como había llegado ahí, pero si recordaba que alguien lo había drogado para abandonarlo en la cueva, como también recordaba que debía matar a una bestia, una enorme y poderosa.
Con dificultad salió del hoyo para darse cuenta que el mundo estaba peor de lo que estaba antes, desconocía cuanto tiempo había pasado “dormido”, pero el fuego azotaba en cada rincón y el temía a esta materia ardiente. Su conciencia se preguntaba como era que se había metido en esto, en salvar a la raza humana, esa que tanto lo maltrató, lo persiguió, lo dejó de lado cuando mas necesitaba de ellos. “El monstruo” tenia el deber de ayudar, así le habían dicho. También se preguntó la conciencia, si lograba ganar la batalla, si sería recordado, amado, respetado. No lo sabía, pero tampoco era ingenuo, nada de lo que prometieron se cumpliría, en cuanto tuvieran la oportunidad volvería al calabozo donde estuvo encerrado por años, mientras los humanos lo olvidarían, salvo por ese libro donde relataban su existencia como si fuera una ficción clásica.
Mientras caminaba entre el fuego, continuaba pensando como los humanos eran tan rebuscados, aceptando mentiras, descreyendo verdades, ocultando a todos información valiosa para la supervivencia y llenando de información descartable con el simple hecho de entretener.
Así y todo, el los ayudaba con su problema, no por que se sintiera superior, era por que le debía la vida a Victor, su creador, un humano.
Después de que soltaran al demonio, soltaron algo peor para terminar con el primero. Ahora quién tenia que solucionar todo el caos era la descartable criatura, por que entre monstruos todo se resuelve, los humanos solo observan, si es con alimento y en un sillón, mucho mejor.
Entonces allí estaba la bestia, reposando encima de un rio de lava, rodeado del maldito fuego. Tomó la daga, un fragmento de una lanza destruida encontrada en la cabeza inerte de un caballo, que según la autoridad que la encontró, que se hacia llamar Justicia, era el arma letal contra ella, a buena hora recordaba quién le ofreció la misión, mejor dicho, obligó.
La bestia abrió sus enormes ojos reptilianos, examinó al visitante detenidamente. La criatura pensó que moriría comido o aplastado por semejante ser. Pero se equivocó. La bestia volvió a su reposo y el fuego que lo rodeaba se esfumó. No necesitó pensar más, el entendía las intenciones, lo estaba acogiendo. Arrojó la daga a la lava, ya no enfrentaría los problemas humanos, si ellos son tan buen ejemplo, que empaticen con los monstruos, no vaya ser que se transformen en uno.
C.a.o.s.